Audio de la Facultad

miércoles, 27 de julio de 2011

Contra el burocratismo

Revista Cuba Socialista, La Habana, febrero de 1963, año 3, N° 18.
Nuestra Revolución fue, en esencia, el producto de un movimiento guerrillero que inició la lucha armada contra la tiranía y la cristalizó en la toma del poder. Los primeros pasos como Estado Revolucionario, así como toda la primitiva época de nuestra gestión en el gobierno, estaban fuertemente teñidos de los elementos fundamentales de la táctica guerrillera como forma de administración estatal. El «guerrillerismo» repetía la experiencia de la lucha armada de las sierras y los campos de Cuba en las distintas organizaciones administrativas y de masas, y se traducía en que solamente las grandes consignas revolucionarias eran seguidas (y muchas veces interpretadas en distintas maneras) por los organismos de la administración y de la sociedad en general. La forma de resolver los problemas concretos estaba sujeta al libre arbitrio de cada uno de los dirigentes.
Por ocupar todo el complejo aparato de la sociedad, los campos de acción de las «guerrillas administrativas» chocaban entre sí, produciéndose continuos roces, órdenes y contraórdenes, distintas interpretaciones de las leyes, que llegaban, en algunos casos, a la réplica contra las mismas por parte de organismos que establecían sus propios dictados en forma de decretos, haciendo caso omiso del aparato central de dirección. Después de un año de dolorosas experiencias llegamos a la conclusión de que era imprescindible modificar totalmente nuestro estilo de trabajo y volver a organizar el aparato estatal de un modo racional, utilizando las técnicas de la planificación conocidas en los hermanos países socialistas.
Como contramedida, se empezaron a organizar los fuertes aparatos burocráticos que caracterizan esta primera época de construcción de nuestro Estado socialista, pero el bandazo fue demasiado grande y toda una serie de organismos, entre los que se incluye el Ministerio de Industrias, iniciaron una política de centralización operativa, frenando exageradamente la iniciativa de los administradores. Este concepto centralizador se explica por la escasez de cuadros medios y el espíritu anárquico anterior, lo que obligaba a un celo enorme en las exigencias de cumplimiento de las directivas.
Paralelamente, la falta de aparatos de control adecuados hacía difícil la correcta localización a tiempo de las fallas administrativas, lo que amparaba el uso de la «libreta». De esta manera, los cuadros más conscientes y los más tímidos frenaban sus impulsos para atemperarlos a la marcha del lento engranaje de la administración, mientras otros campeaban todavía por sus respetos, sin sentirse obligados a acatar autoridad alguna, obligando a nuevas medidas de control que paralizaran su actividad. Así comienza a padecer nuestra Revolución el mal llamado burocratismo.
El burocratismo, evidentemente, no nace con la sociedad socialista ni es un componente obligado de ella. La burocracia estatal existía en la época de los regímenes burgueses con su cortejo de prebendas y de lacayismo, ya que a la sombra del presupuesto medraba un gran número de aprovechados que constituían la «corte» del político de turno. En una sociedad capitalista, donde todo el aparato del Estado está puesto al servicio de la burguesía, su importancia como órgano dirigente es muy pequeña y lo fundamental resulta hacerlo lo suficientemente permeable como para permitir el tránsito de los aprovechados y lo suficientemente hermético como para apresar en sus mallas al pueblo.
Dado el peso de los «pecados originales» yacentes en los antiguos aparatos administrativos y las situaciones creadas con posterioridad al triunfo de la Revolución, el mal del burocratismo comenzó a desarrollarse con fuerza. Si fuéramos a buscar sus raíces en el momento actual, agregaríamos a causas viejas nuevas motivaciones, encontrando tres razones fundamentales.
Una de ellas es la falta de motor interno. Con esto queremos decir, la falta de interés del individuo por rendir su servicio al Estado y por superar una situación dada. Se basa en una falta de conciencia revolucionaria o, en todo caso, en el conformismo frente a lo que anda mal.
Se puede establecer una relación directa y obvia entre la falta de motor interno y la falta de interés por resolver los problemas. En este caso, ya sea que esta falla del motor ideológico se produzca por una carencia absoluta de convicción o por cierta dosis de desesperación frente a problemas repetidos que no se pueden resolver, el individuo, o grupo de individuos, se refugian en el burocratismo, llenan papeles, salvan su responsabilidad y establecen la defensa escrita para seguir vegetando o para defenderse de la irresponsabilidad de otros.
Otra causa es la falta de organización. Al pretender destruir el «guerrillerismo» sin tener la suficiente experiencia administrativa, se producen disloques, cuellos de botellas, que frenan innecesariamente el flujo de las informaciones de las bases y de las instrucciones u órdenes emanadas de los aparatos centrales. A veces estas, o aquellas, toman rumbos extraviados y, otras, se traducen en indicaciones mal vertidas, disparatadas, que contribuyen más a la distorsión.
La falta de organización tiene como característica fundamental la falla en los métodos para encarar una situación dada. Ejemplos podemos ver en los Ministerios, cuando se quiere resolver problemas a otros niveles que el adecuado o cuando estos se tratan por vías falsas y se pierden en el laberinto de los papeles. El burocratismo es la cadena del tipo de funcionario que quiere resolver de cualquier manera sus problemas, chocando una y otra vez contra el orden establecido, sin dar con la solución. Es frecuente observar cómo la única salida encontrada por un buen número de funcionarios es el solicitar más personal para realizar una tarea cuya fácil solución solo exige un poco de lógica, creando nuevas causas para el papeleo innecesario.
No debemos nunca olvidar, para hacer una sana autocrítica, que la dirección económica de la Revolución es la responsable de la mayoría de los males burocráticos: los aparatos estatales no se desarrollaron mediante un plan único y con sus relaciones bien estudiadas, dejando amplio margen a la especulación sobre los métodos administrativos. El aparato central de la economía, la Junta Central de Planificación, no cumplió su tarea de conducción y no la podía cumplir, pues no tenía la autoridad suficiente sobre los organismos, estaba incapacitada para dar órdenes precisas en base a un sistema único y con el adecuado control y le faltaba imprescindible auxilio de un plan perspectivo. La centralización excesiva sin una organización perfecta frenó la acción espontánea sin el sustituto de la orden correcta y a tiempo. Un cúmulo de decisiones menores limitó la visión de los grandes problemas y la solución de todos ellos se estancó, sin orden ni concierto. Las decisiones de última hora, a la carrera y sin análisis, fueron la característica de nuestro trabajo.
La tercera causa, muy importante, es la falta de conocimientos técnicos suficientemente desarrollados como para poder tomar decisiones justas y en poco tiempo. Al no poder hacerlo, deben reunirse muchas experiencias de pequeño valor y tratar de extraer de allí una conclusión. Las discusiones suelen volverse interminables, sin que ninguno de los expositores tenga la autoridad suficiente como para imponer su criterio. Después de una, dos, unas cuantas reuniones, el problema sigue vigente hasta que se resuelva por sí solo o hay que tomar una resolución cualquiera, por mala que sea.
La falta casi total de conocimientos, suplida como dijimos antes por una larga serie de reuniones, configura el «reunionismo», que se traduce fundamentalmente en falta de perspectiva para resolver los problemas. En estos casos, el burocratismo, es decir, el freno de los papeles y de las indecisiones al desarrollo de la sociedad, es el destino de los organismos afectados.
Estas tres causas fundamentales influyen, una a una o en distintas conjugaciones, en menor o mayor proporción, en toda la vida institucional del país, y ha llegado el momento de romper con sus malignas influencias. Hay que tomar medidas concretas para agilizar los aparatos estatales, de tal manera que se establezca un rígido control central que permita tener en las manos de la dirección las claves de la economía y libere al máximo la iniciativa, desarrollando sobre bases lógicas las relaciones de las fuerzas productivas.
Si conocemos las causas y los efectos del burocratismo, podemos analizar exactamente las posibilidades de corregir el mal. De todas las causas fundamentales, podemos considerar a la organización como nuestro problema central y encararla con todo el rigor necesario. Para ello debemos modificar nuestro estilo de trabajo; jerarquizar los problemas adjudicando a cada organismo y cada nivel de decisión su tarea; establecer las relaciones concretas entre cada uno de ellos y los demás, desde el centro de decisión económica hasta la última unidad administrativa y las relaciones entre sus distintos componentes, horizontalmente, hasta formar el conjunto de las relaciones de la economía. Esa es la tarea más asequible a nuestras fuerzas actualmente, y nos permitirá, como ventaja adicional encaminar hacia otros frentes a una gran cantidad de empleados innecesarios, que no trabajan, realizan funciones mínimas o duplican las de otros sin resultado alguno.
Simultáneamente, debemos desarrollar con empeño un trabajo político para liquidar las faltas de motivaciones internas, es decir, la falta de claridad política, que se traduce en una falta de ejecutividad. Los caminos son: la educación continuada mediante la explicación concreta de las tareas, mediante la inculcación del interés a los empleados administrativos por su trabajo concreto, mediante el ejemplo de los trabajadores de vanguardia, por una parte, y las medidas drásticas de eliminar al parásito, ya sea el que esconde en su actitud una enemistad profunda hacia la sociedad socialista o al que está irremediablemente reñido con el trabajo.
Por último, debemos corregir la inferioridad que significa la falta de conocimientos. Hemos iniciado la gigantesca tarea de transformar la sociedad de una punta a la otra en medio de la agresión imperialista, de un bloqueo cada vez más fuerte, de un cambio completo en nuestra tecnología, de agudas escaseces de materias primas y artículos alimenticios y de una fuga en masa de los pocos técnicos calificados que tenemos. En esas condiciones debemos plantearnos un trabajo muy serio y muy perseverante con las masas, para suplir los vacíos que dejan los traidores y las necesidades de fuerza de trabajo calificada que se producen por el ritmo veloz impuesto a nuestro desarrollo. De allí que la capacitación ocupe un lugar preferente en todos los planes del Gobierno Revolucionario.
La capacitación de los trabajadores activos se inicia en los centros de trabajo al primer nivel educacional: la eliminación de algunos restos de analfabetismo que quedan en los lugares más apartados, los cursos de seguimiento, después, los de superación obrera para aquellos que hayan alcanzado tercer grado, los cursos de Mínimo Técnico para los obreros de más alto nivel, los de extensión para ser subingenieros a los obreros calificados, los cursos universitarios para todo tipo de profesional y, también, los administrativos. La intención del Gobierno Revolucionario es convertir nuestro país en una gran escuela, donde el estudio y el éxito de los estudios sean uno de los factores fundamentales para el mejoramiento de la condición del individuo, tanto económicamente como en su ubicación moral dentro de la sociedad, de acuerdo con sus calidades.
Si nosotros logramos desentrañar, bajo la maraña de los papeles, las intrincada relaciones entre los organismos y entre secciones de organismos, la duplicación de funciones y los frecuentes «baches» en que caen nuestras instituciones, encontramos las raíces del problema y elaboramos normas de organización, primero elementales, más completas luego, damos la batalla frontal a los displicentes, a los confusos y a los vagos, reeducamos y educamos a esta masa, la incorporamos a la Revolución y eliminamos lo desechable y al mismo tiempo, continuamos sin desmayar, cualesquiera que sean los inconvenientes confrontados, una gran tarea de educación a todos los niveles, estaremos en condiciones de liquidar en poco tiempo el burocratismo.
La experiencia de la última movilización es la que nos ha motivado a tener discusiones en el Ministerio de Industrias para analizar el fenómeno de que, en medio de ella, cuando todo el país ponía en tensión sus fuerzas para resistir el embate enemigo, la producción industrial no caía, el ausentismo desaparecía, los problemas se resolvían con una insospechada velocidad. Analizando esto, llegamos a la conclusión de que convergieron varios factores que destruyeron las causas fundamentales del burocratismo; había un gran impulso patriótico y nacional de resistir al imperialismo que abarcó a la inmensa mayoría del pueblo de Cuba, y cada trabajador, a su nivel, se convirtió en un soldado de la economía dispuesto a resolver cualquier problema.
El motor ideológico se lograba de esta manera por el estímulo de la agresión extranjera. Las normas organizativas se reducían a señalar estrictamente lo que no se podía hacer y el problema fundamental que debiera resolverse; mantener la producción por sobre todas las cosas, mantener determinadas producciones con mayor énfasis aún, y desligar a las empresas, fábricas y organismos de todo el resto de las funciones aleatorias, pero necesarias en un proceso social normal.
La responsabilidad especial que tenía cada individuo lo obligaba a tomar decisiones rápidas; estábamos frente a una situación de emergencia nacional, y había que tomarlas fueran acertadas o equivocadas; había que tomarlas, y rápido; así se hizo en muchos casos.
No hemos efectuado el balance de la movilización todavía, y, evidentemente, ese balance en términos financieros no puede ser positivo, pero sí lo fue en términos de movilización ideológica, en la profundización de la conciencia de las masas. ¿Cuál es la enseñanza? Que debemos hacer carne en nuestros trabajadores, obreros, campesinos o empleados que el peligro de la agresión imperialista sigue pendiente sobre nuestras cabezas, que no hay tal situación de paz y que nuestro deber es seguir fortaleciendo la Revolución día a día, porque, además, esa es nuestra garantía máxima de que no haya invasión. Cuanto más le cueste al imperialismo tomar esta isla, cuanto más fuertes sean sus defensas y cuanto más alta sea la conciencia de sus hijos, más lo pensarán; pero al mismo tiempo, el desarrollo económico del país nos acerca a situaciones de más desahogo, de mayor bienestar. Que el gran ejemplo movilizador de la agresión imperialista se convierta en permanente, es la tarea ideológica.
Debemos analizar las responsabilidades de cada funcionario, establecer lo más rígidamente posible dentro de causas, de los que no debe salirse bajo pena de severísimas sanciones y, sobre esta base, dar las más amplias facultades posibles. Al mismo tiempo, estudiar todo lo que es fundamental y lo que es accesorio en el trabajo de las distintas unidades de los organismos estatales y limitar lo accesorio para poner énfasis sobre lo fundamental, permitiendo así más rápida acción. Y exigir a nuestros funcionarios, establecer límites de tiempo para cumplir las instrucciones emanadas de los organismos centrales, controlar correctamente y obligar a tomar decisiones en tiempo prudencial.
Si nosotros logramos hacer todo ese trabajo, el burocratismo desaparecerá. De hecho no es una tarea de un organismo, ni siquiera de todos los organismos económicos del país; es la tarea de la nación entera, es decir, de los organismos dirigentes, fundamentalmente del Partido Unido de la Revolución y de las agrupaciones de masas. Todos debemos trabajar para cumplir esta consigna apremiante del momento:

  • Guerra al burocratismo.
  • Agilización del aparato estatal.
  • Producción sin trabas y responsabilidad por la producción. 
texto extraido de: http://www.analitica.com/bitblioteca/che/burocratismo.asp

Macri, Filmus y las elecciones porteñas: decálogo para una derrota Por Atilio Borón

Aznar y Macri en el seminario de la FAES en Buenos Aires. Foto: Ámbito Financiero, Viernes 15 de Octubre de 2010
Decálogo para una derrota



La categórica derrota sufrida días atrás por el FpV en la ciudad de Buenos Aires impone la necesidad de analizar profundamente las causas de lo ocurrido, sorteando tanto el autocomplaciente triunfalismo de los perdedores -que creen que diciendo “ganamos” van a derretir la coraza de la matemática electoral- como el catastrofismo de la izquierda que cree que la ciudad ha sido definitivamente ganada no sólo por la derecha sino también por el fascismo. Ambas lecturas son insanablemente erróneas y en caso de prevalecer podrían ser la fuente de nuevas y mayores frustraciones en los próximos meses. Los resultados del 10 de Julio son la condensación de un conjunto de determinantes que no son estáticos sino cambiantes y variables, y sobre los cuales es posible hacer un trabajo político para modificarlos. La izquierda y las fuerzas progresistas deberán hacerlo cuanto antes; la derecha ya lo está haciendo, y esta es una diferencia muy significativa. Lo que sigue es una enumeración y breve análisis del papel jugado por algunos de los factores que incidieron en producir los resultados del pasado domingo y que damos a conocer con el objeto de promover un debate que no debe ser clausurado por el triunfalismo de unos y el pesimismo de otros. Dicho esto, vayamos al grano:
Primero: Buenos Aires lleva más de un siglo luchando por su autonomía distrital. Por lo tanto, para un candidato a Jefe de Gobierno de esta ciudad no hay peores credenciales que las que lo hacen aparecer como un simple delegado de la Casa Rosada, preocupado por “alinear” la ciudad con las prioridades y orientaciones establecidas por el gobierno nacional. Por increíble que parezca, ese error -que una parte del electorado, alentada por la prensa hegemónica, lo interpretó como una tentativa extorsiva de las autoridades nacionales- fue cometido por la Casa Rosada y consentido por el candidato del kirchnerismo. En línea con esta tesitura la presidenta designó autocráticamente a Daniel Filmus como candidato a jefe de gobierno; armó la lista de legisladores imponiendo en la cabeza de la misma a Juan Cabandié, una persona honesta, íntegra y admirable por su historia y su valentía pero muy poco conocida, “no instalada” como se dice en los ambientes de la mercadotecnia electoral; fijó también la presidenta la agenda de la campaña con su vista puesta en el escenario nacional y subordinando las necesidades y los temas locales; estableció la estrategia general de la misma (por ejemplo, impidiendo que Filmus fuera a debatir a TN; o “ninguneando” a los integrantes de las colectoras que operaban a favor del oficialismo, para no citar sino dos casos) y, para colmo de males, en el mismísimo acto de lanzamiento de la campaña el candidato oficialista fue completamente eclipsado por la vibrante oratoria de Cristina. Con cierta benevolencia se podría entender –más no justificar- este exacerbado verticalismo puesto de manifiesto en el actual proceso electoral como una expresión inevitable de la lucha que se está librando en el seno del peronismo, donde la ascendente hegemonía kirchnerista pugna por relegar definitivamente a los sectores más íntimamente ligados al neoliberalismo de los nefastos noventas. Pero esta operación, especialmente en el caso que nos ocupa, clamaba por la delicada precisión de un cirujano y no la tosca rudeza del carnicero. En síntesis: el gobierno nacional creó por su cuenta, sin ayuda de nadie, algunas de las condiciones en las que luego naufragaría el navío kirchnerista en aguas que no les son precisamente favorables. El resultado, por lo tanto, no puede sorprender a nadie. Fueron demasiados errores de entrada y para colmo cometidos al mismo tiempo, potenciando así sus más desastrosas consecuencias.
Segundo: se supuso, sin fundamento alguno, que la polarización obraría simétricamente, agrupando las voluntades del electorado en torno a dos polos, uno de derecha y otro “progresista” o de centroizquierda. Se pensaba, además, que dada la alta intención de voto de la que disfruta la presidenta en la ciudad de Buenos Aires estas preferencias se trasladarían mecánicamente a su candidato en el distrito. La experiencia reciente ya había demostrado, en otras latitudes, la debilidad de ese razonamiento: la altísima aprobación popular con que Lula dejó la presidencia no se transfirió a Dilma Rouseff, que tuvo que ir a un balotaje, y lo mismo ocurrió con Tabaré Vázquez y “Pepe” Mujica y Michelle Bachelet y Eduardo Frei, en este último caso con resultados catastróficos. En suma: la práctica demostró una vez más la fragilidad de ambos supuestos: la popularidad de la presidencia y los altos índices de aprobación de su gestión no se transfirieron sino en parte a Filmus, y la polarización fue asimétrica, es decir: concentró los votos en la derecha pero careció del empuje suficiente como para hacer lo mismo con el conjunto de fuerzas colocadas a la izquierda del centro político y unificarlas detrás de su candidatura. Pero la tibieza y silencios de Filmus –espontáneos o exigidos desde las alturas del Estado- ante algunos acontecimientos marcantes de la coyuntura como el caso Schoklender y sus derivaciones; los incidentes en el INADI; el apaleo a los maestros santacruceños y antes el acampe de los qom, mal podían despertar el entusiasmo necesario para concentrar el apoyo de las fuerzas sociales y políticas de ese espacio y derrotar al macrismo. Fomentar la polarización, como lo hizo el gobierno nacional, no podía sino favorecer al oficialismo local encarnado por Macri que, astutamente aconsejado por sus asesores, sacó provecho de esta equivocada táctica de sus rivales.
Tercero: la Casa Rosada sobreestimó el impacto político de la relativa bonanza económica por la que atraviesa el país, pensando que ello sería suficiente para inclinar el fiel de la balanza hacia el candidato del FpV. Subrayamos lo de “relativa” porque si bien no se pueden desconocer las altas tasas de crecimiento de la economía tampoco se puede dejar de notar la preocupante incapacidad del Estado para mejorar significativamente la muy injusta distribución del ingreso y la riqueza prevalecientes en el país. Se desconoció un hecho elemental: la bonanza económica favorece a los oficialismos, a todos los oficialismos, con prescindencia de su signo político: beneficia a Cristina pero también a Macri; a Gioja pero también a Binner; a Urtubey pero también a Ríos. Además, se subestimaron los efectos de la inflación, cuyos guarismos reales –producidos, por ejemplo, por los organismos técnicos de provincias gobernadas por el FpV- nada tienen que ver con los imaginativos dibujos del INDEC que sólo sirven para irritar a los sectores más humildes que sufren en carne propia la expropiación cotidiana de que son objeto por la inflación. Se subestimó asimismo el malestar social que aqueja a amplios sectores de la ciudad de Buenos Aires y para los cuales algunos de sus infortunios –como la pobreza, el desempleo, la inseguridad, los malos servicios públicos, el transporte, etcétera- se originan en las políticas del gobierno metropolitano pero también en las del gobierno nacional. Producto de este economicismo la candidatura del oficialismo no pudo leer adecuadamente las demandas de la ciudadanía porteña. Lo que estaba en juego era un cargo ejecutivo distrital, lo cual obligaba a plantear un programa específico destinado a resolver algunos de los problemas concretos que afectan a los habitantes de esta ciudad. En ese marco, las constantes alabanzas de Filmus a los progresos macroeconómicos experimentados por la Argentina desde el 2003, el nuevo alineamiento latinoamericano de la política exterior del kirchnerismo o la política de los derechos humanos, cuestiones que en el plano nacional son muy importantes, no sintonizaban con las preocupaciones mucho más modestas de los vecinos. Se produjo así un embarazoso minué dialéctico porque mientras Filmus exaltaba las virtudes del desendeudamiento Macri decía “metrobús en la Juan B. Justo”; aquél hablaba de la resolución de la crisis del 2001-2002 y este de la pavimentación de la avenida Patricios; el primero decía FMI y Macri respondía diciendo que “inauguramos cuatro nuevas estaciones de subte”. La irreflexiva hiper-nacionalización de la campaña del FpV favoreció a Macri, porque lo hizo aparecer como muy consustanciado con la problemática de la ciudad, y perjudicó a Filmus, percibido como un intelectual que hablaba de generalidades muy alejadas de la problemática cotidiana de Buenos Aires.
Cuarto: el gobierno hizo gala de una deficiente lectura sociológica de la ciudad. ¿Cómo explicar el triunfo de Macri en las quince comunas? Se puede entender una victoria con el 55 % de los votos en la Comuna 2 (Recoleta) pero, ¿cómo interpretar el 42 % obtenido en la 9 (Mataderos/Parque Avellaneda, Liniers) o el 45 % conseguido en la 4 (Parque Patricios/Barracas/Pompeya/La Boca)? ¿No se sabía acaso que una parte importante de quienes venían declarando en las encuestas su intención de votar a Cristina en la próxima elección también habían expresado su voluntad de apoyar a Macri en la municipal? Esto era vox populi. ¿Es posible que alguien en la Rosada ignorara un dato tan básico como este? Y si no lo ignoraban, ¿por qué no se diseñó una estrategia de campaña adecuada para enfrentar ese desafío? ¿O es que pensaban que porque el sur porteño es mayoritariamente pobre su opción por el kirchnerismo estaba garantizada de antemano, quienquiera que fuera su candidato o su agenda de campaña? ¿Creyeron que porque Macri es rico y favorece a los ricos los pobres irían automáticamente a repudiarlo en las urnas? En 1995, ¿no se re-eligió a Menem, colocado impúdicamente del lado de los ricos, con el cincuenta por ciento de los votos? Ante los pobres sin conciencia de clase la prepotencia del rico sólo por excepción suscita resentimiento y rebelión; las más de las veces provoca sumisión e intentos de emulación. Si no, ¿cómo explicar la popularidad, en los estratos más sometidos y pauperizados de las sociedades capitalistas, de ricachones como Macri, Piñera, Martinelli (en Panamá), Berlusconi y tantos otros? En el caso que nos ocupa también se subestimó la importancia del gobierno municipal en la contienda electoral. Este, al igual que el nacional, dispone de un instrumento importantísimo de persuasión y de propaganda política: la gestión. Y aunque muchos votantes piensen –con razón- que la de Macri ha sido menos que mediocre por ineficiente y corrupta, esa percepción fue neutralizada, al menos en parte, por algunas modestas –y a menudo demagógicas- políticas municipales; y por la otra porque para amplios sectores de la ciudadanía la ineficiencia y la corrupción de la gestión pública son males endémicos en la vida política argentina y desgraciadamente están resignados a ello.
Quinto: efecto autoengaño de las encuestas “truchas” y el “diario de Yrigoyen”. Este es un peligro gravísimo que aqueja a cualquier gobierno. El capítulo XXIII de El Príncipe lo dedica Maquiavelo a examinar el pernicioso papel de los aduladores, de los cuales aconseja a todo gobernante huir. La nefasta proliferación de asesores y consultores que sólo piensan en agradar a la presidenta y evitar transmitirle “malas noticias” -como que la inflación existe, que la sojización avanza a tambor batiente, y que la crisis energética que se avecina será tremenda- se combina con la tendencia, inherente a todos los gobiernos, al autoengaño. En algunas circunstancias el resultado de esta conjunción puede ser fatal. El “microclima” o el “entorno”, categorías típicas del análisis político de los argentinos, de hecho jugó un papel muy negativo en la reciente coyuntura electoral. Tomemos sólo un caso, aunque hay muchos en las diversas áreas de las políticas públicas: ¿Cómo es posible que los encuestadores elegidos por la Casa Rosada hubieran lanzado pronósticos tan desacertados pocos días antes de las elecciones? Peor aún, ¿cómo pudo alguien haber creído en las rosadas previsiones que brotaban de sus encuestas, sobre todo teniendo en cuenta los malos antecedentes que tenían muchas de esas firmas de consultoría? ¿O será que el propio gobierno cayó en la trampa de confundir un dispositivo propagandístico: el uso de las encuestas como medio de “manufacturar el consenso”, con un instrumento de análisis para conocer la realidad? Cualquiera que sea la respuesta a estos interrogantes sus resultados quedaron estampados en el rostro estupefacto de los líderes del oficialismo nacional la noche del domingo y la lastimosa soledad en que se debatió Daniel Filmus.
Sexto: el pecado del sectarismo. Mientras el oficialismo nacional hacía gala de un discurso que invocaba al pluralismo y la amplitud de miras, su práctica era de una cerril intransigencia. Ni una sola vez en toda la campaña recordamos haber visto a Filmus apareciendo públicamente con los otros dos cabezas de lista de las colectoras, Aníbal Ibarra (Partido Frente Progresista y Popular) y Gabriela Cerruti (Alianza Nuevo Encuentro). Grave error, si se tiene en cuenta que, como luego lo confirmarían los hechos, fue gracias al aporte de estas dos fuerzas despreciadas por la Casa Rosada que la candidatura oficialista pudo superar el decepcionante 14 % cosechado por la lista “ultra K” comandada por Cabandié (¡que obtuvo 30 puntos menos que la lista del PRO!) hasta llegar al 27 % final. Esta actitud habla de una visión estrecha, mezquina, egoísta y a la larga suicida. El remate, rayano en lo alucinante, se escenificó la noche del domingo en el bunker del FpV cuando la militancia no tuvo mejor idea -recibida con beneplácito por Filmus, Tomada y Alegre desde el proscenio- de cantar la “marchita” para festejar el “triunfo” del FpV, ¡triunfo consistente en haber obtenido cuatro puntos más que en el 2007 a pesar de haber quedado a casi veinte de Macri! O sea: derrota, negación, reperonización forzada y, al mismo tiempo, lanzamiento por parte de Filmus de una convocatoria amplia, a la izquierda y el progresismo, para derrotar a la derecha. ¿Quién podría ser tan ingenuo como para creer que con estas actitudes como esas se podrán sumar muchas voluntades para librar la batalla decisiva contra Macri el 31 de Julio?
Séptimo: lo incomprensible. Filmus, un destacado sociólogo y hombre de una dilatada trayectoria académica ¡rehusó debatir con Macri! La excusa fue que TN o cualquiera de los ámbitos controlados por los poderes mediáticos no ofrecían garantías. Es cierto: pero habida cuenta de la superioridad intelectual de Filmus sobre Macri el primero tendría que haber aceptado debatir con el actual Jefe de Gobierno en cualquier terreno porque sin duda lo habría vapuleado en la discusión y demostrado, ante la ciudadanía, las limitaciones e inconsistencias del pensamiento de Macri y su escaso conocimiento de las cuestiones de la ciudad. Este resultado se habría verificado aún con toda la plana mayor de TN jugándole en contra. Al día de hoy no se logra entender la lógica de quienes le indujeron a rehuir de dicha confrontación.
Octavo: aparte de los errores de la estrategia general de la campaña Filmus fue víctima de los límites del proyecto político del kirchnerismo en relación al macrismo y a los porteños. En relación al macrismo, porque ni en la Legislatura de la ciudad autónoma ni fuera de ella el kirchnerismo fue capaz de oponer una resistencia eficaz a la política de mercantilización y privatización de los espacios y servicios públicos promovida por Macri. Peor aún: no fueron pocas las piezas legislativas de inspiración profundamente neoliberal en donde la colaboración de la bancada kirchnerista fue decisiva para lograr su aprobación, con lo cual la contraposición abstracta entre Macri y Filmus se diluye al pasar al plano de las políticas e iniciativas concretas. Por otra parte, la política del kirchnerismo en relación a los porteños es irracional, reactiva, visceral: para hostilizar a Macri se castiga a las porteñas y los porteños, a los cuales se retiene en carácter de rehenes del enfrentamiento. Un ejemplo: ¿no hubiera sido mucho más inteligente colaborar con el gobierno de la ciudad, aunque sea de signo contrario, para ampliar la red de subterráneos o realizar algunas postergadas y necesarias obras públicas que reclaman los vecinos? ¿No habrían éstos reconocido que su concreción se hizo posible gracias a la generosidad y amplitud de miras de la Casa Rosada, con los lógicos beneficios para la candidatura de Filmus? En lugar de eso se adoptó una política absurda que castiga a los porteños y ofrece en bandeja de plata un pretexto perfecto para justificar la incapacidad del macrismo, atribuyendo todos sus fracasos a la falta de colaboración del gobierno nacional. Seguramente algún consultor debe haber dicho que la irritación de los vecinos se convertiría por artes de magia en una saeta que erosionaría la base electoral del macrismo.
Noveno: hace por lo menos ochenta años que la sociología corroboró empíricamente que los efectos de la propaganda no son ni lineales ni acumulativos. Esto es: pasado cierto umbral la machacona persistencia de una campaña que, por ejemplo, diga que Macri es inepto o corrupto comienza primero a tener una eficacia decreciente y luego, y esto es lo más importante, un efecto paradojal que opera como un boomerang en contra de quienes administran la campaña y pasa a jugar a favor del blanco de sus ataques. El empecinamiento en criticar al macrismo (más allá de las abundantes razones que hay para hacerlo) terminó por victimizarlo y luego por blindarlo ante cualquier ataque: pese a estar procesado judicialmente y al sesgo ostensiblemente privatista y “pro-mercado” de su gestión la ciudadanía lo ratificó con su voto. Para colmo, la reacción de Macri ante la torpeza de la campaña fue muy astuta: mientras sus detractores le decían de todo (que era un imbécil, vacío, corrupto) él asumía con maestría actoral su condición de víctima y respondía con serenidad a las desaforadas descalificaciones de sus adversarios ofreciendo estoicamente la otra mejilla y exhortando al diálogo y la tolerancia. Los resultados están a la vista.
Décimo: el remate de esta colección de desatinos se desencadenó luego de conocidos los resultados del domingo. Altos funcionarios del gobierno y voceros o intérpretes oficiosos del mismo (como Fito Páez, entre otros) salieron a decir toda clase de barbaridades contra los porteños, o la mitad de ellos. Primero, desconociendo que una parte de los votantes de Macri (y no una fracción insignificante) lo serán también de Cristina si es que la racionalidad logra posarse entre Olivos y la Casa Rosada como para evitar la reiteración de tantos exabruptos. Segundo, desconociendo que esa misma ciudad que eligió a Macri antes había elegido, y re-elegido, a Aníbal Ibarra, aliado entonces y ahora del gobierno nacional y había consagrado senador al actual candidato oficialista Daniel Filmus. Tercero, que cada vez que Buenos Aires tuvo una oferta razonablemente seria y competitiva de izquierda o de centro izquierda la consagró con su voto: desde Alfredo Palacios en 1904 hasta Aníbal Ibarra hace pocos años atrás, pasando por la elección del mismo Palacios como senador en 1961 agitando como una de sus principales banderas la irrestricta defensa de la Revolución Cubana.
De todo lo anterior se desprende que en vez de quejarse de los vecinos de Buenos Aires los quejosos harían bien en mirar a la viga que tienen clavada en sus ojos y que les inhibe de ver la realidad social que los circunda y los límites y contradicciones de un proyecto político que se debate entre la radicalización -¡nada que ver con la “profundización del modelo”, basado en la sojización, la minería de cielo abierto, la primarización de la economía, la regresividad tributaria, la informalidad laboral y los privilegios al capital financiero consagrados por la Ley de Entidades Financieras de Martínez de Hoz, aún vigente!- radicalización, decíamos, o estancamiento y posterior derrota en caso de que aquélla no sea llevada a la práctica trascendiendo el plano de la retórica para instalarse en el terreno más productivo de las políticas concretas de estado. Esto requiere abrir paso a una nueva agenda de transformaciones profundas de la vida económica y social que sólo será viable si se cuenta con la movilización y organización autónoma de los sectores populares, al margen de los desgastados, desprestigiados e inservibles aparatos cegetistas o pejotistas con los cuales el gobierno intentó, infructuosamente, neutralizar la reacción de los “agrarios” durante la discusión de la 125.
Si Macri triunfó en la primera vuelta del pasado 10 de Julio fue precisamente porque las limitaciones del kirchnerismo le impidieron construir un muro de contención ante los avances del neoliberalismo en versión macrista. Pero es preciso no engañarse: Macri por ahora es un fenómeno local, de Buenos Aires, pero parece ser el personaje destinado a reunir en torno a su figura las voluntades de toda la derecha argentina que hace tiempo viene buscando un líder que sintetice sus múltiples intereses. De la noche a la mañana lo que antes era “el límite” para Ricardo Alfonsín ahora se ha convertido en un aliado imprescindible, y Duhalde y Carrió procuran subirse al carro triunfador del macrismo arrojando por la borda cualquier escrúpulo ideológico. Según se vaya moviendo la coyuntura, y las fuerzas que en ella operan, Macri podría convertirse en la expresión argentina de lo que Sebastián Piñera es en Chile, Alan García en el Perú, Juan M. Santos en Colombia, Laura Chinchilla en Costa Rica, Ricardo Martinelli en Panamá y Felipe Calderón en México: el rostro de un proyecto restaurador de la derecha radical y abiertamente pro-imperialista (para el cual el PRO parece ser el más indicado, al menos por su nombre) concebido por Washington y ejecutado bajo la dirección de una vasta red de organizaciones de todo tipo (“tanques de pensamiento”, universidades, empresas, partidos, medios de comunicación) dirigida por José M. Aznar en España y la FAES, la Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales, contando con ingentes aportes del Fondo Nacional para la Democracia y diversas agencias y organizaciones abiertas o encubiertas del gobierno estadounidense. Proyecto restaurador que tiene por objetivo borrar de la faz de la tierra no sólo a la Revolución Cubana sino a los procesos bolivarianos en curso en Venezuela, Bolivia y Ecuador y a los vacilantes gobiernos de centro izquierda, como Argentina, Brasil y Uruguay, considerados por los halcones de Washington como cómplices de aquellos. La ratificación de Macri al frente de la Jefatura de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires es una noticia muy preocupante que hay que interpretar a la luz de este proceso regresivo de alcance continental y que, por eso mismo, excede los marcos de la política local y puede eventualmente alcanzar significación nacional.
Para terminar: quienes en el gobierno y fuera de él están enojados con los porteños les recomendamos leer y reflexionar sobre este incisivo poema que Bertolt Brecht escribiera a propósito de un acontecimiento sólo en parte similar al decepcionante resultado electoral del domingo pasado: el enojo que suscitó entre los gobernantes de la República Democrática Alemana la insurrección popular de 1953:
"Solución"
"Tras la sublevación del 17 de Junio
la Secretaria de la Unión de Escritores
hizo repartir folletos en el Stalinallee
indicando que el pueblo había perdido
la confianza del gobierno.
Y que podía ganarla de nuevo solamente
con redoblados esfuerzos.
¿No sería más simple para el gobierno,
en este caso, disolver al pueblo y elegir otro?"

Este artículo fue extraido de:http://www.atilioboron.com/2011/07/macri-filmus-y-las-elecciones-portenas.html   

jueves, 21 de julio de 2011

No me ama



Corto
Año: 2009
Escrito, producido y dirijido por: Martin Piroyansky
Actor principal:Martin Piroyansky
Actriz principal:Maria Canale

Martin Piroyansky
Filmografia mas destacada:
-XXY (Largometraje)
-Cara de queso -mi primer ghetto- (Largometraje)
-Un juego absurdo (Corto)
-Excursiones (Largometraje)
-entre otras.

viernes, 15 de julio de 2011

¿Por que la poderosa?

¿Por qué La Poderosa?

Por el poder popular, por el móvil del Che

Elegimos ser La Poderosa con el fin de reivindicar el concepto de la palabra poder, opacar esa connotación negativa, que heredamos del poder entendido y malversado por la política tradicional, con la connotación positiva e indiscutible del poder popular, de la fortaleza innegable que tenemos unidos los que elegimos construir colectivamente, un mundo más justo.
Seguramente por personajes (todos, o casi todos nefastos) y situaciones que se sucedieron en la historia de la humanidad, a ese término hoy se lo asocia rápida y fácilmente con lo malo, lo autoritario, lo déspota, lo tirano. Y en realidad, el poder no está en manos de los gobernantes de turno sino en las nuestras. En las tuyas, en las mías, en las de tu hermano, tu vecino, tu amigo. En fin, en las de todos. Nosotros tenemos el poder de cambiar el mundo, de hacer y hacernos felices, de transformar en sonrisas las lágrimas, de generar una nueva realidad dentro de esta realidad siempre modificable. Esa es la idea primordial, pero hay más…
Como muchos sabrán, La Poderosa fue el nombre con el que nuestro querido Ernesto y su amigo Alberto Granado bautizaron a la moto con la que recorrieron los primeros kilómetros de su enriquecedora -para ellos y para el futuro del mundo- aventura latinoamericana. Más allá del homenaje que intentamos hacerle a nuestro héroe, la idea es seguir el ejemplo de aquella Poderosa. Eso queremos ser. Algo que no pare, que se detenga en cada lugar para hacer escuela y aprender mucho, pero que luego siga viaje hacia nuevos horizontes, para volcar allí todo lo asimilado a lo largo de la travesía. Esta travesía que ahora empezamos juntos y que, esperamos, sea infinita.

Texto extraido de: http://lapoderosa.org.ar/?cat=53

martes, 12 de julio de 2011

Diego Capusotto y la ciencia de la risa



DIEGO CAPUSOTTO Y LA CIENCIA DE LA RISA. (Entrevista)

ANTES DE LA NUEVA TEMPORADA DE `PETER CAPUSOTTO Y SUS VIDEOS´

UNA PELÍCULA DE OVNIS QUE TAMBIÉN ES UN SPINAL TAP POR DOS PESOS Y UNA NUEVA TEMPORADA DE "PETER". EL COMEDIANTE QUE MEJOR DEFINE LA ÉPOCA REFLEXIONA SOBRE EL HORROR QUE HAY DETRÁS DEL HUMOR.


El tipo me habla con la seguridad del que ya se respondió todas las preguntas importantes.
No es firme, sino contundente.
No es formal, sino racional.
No es tímido, pero sí prudente.
No es joda.

A esta altura de su vida y su carrera, Diego Capusotto se ha convertido en algo más que un humorista y esa transformación es algo que merece analizarse en serio.

Es cierto que ahora está parado sobre un fondo de tela verde, con un sombrero ridículo, una camisa floreada y un moño negro, cantando con cara de nabo la siguiente estrofa: "Detrás de las paredes / Que ayer te han levantado / Te he dejado el orto estropeado".

Pero también es cierto que luego grabará veintiséis versiones de una sola y estúpida palabra que él será capaz de convertir, con rápidos y escrupulosos matices, en veintiséis colores diferentes que pintan todo su arte. Sólo así -con una cosa, pero fundamentalmente con la otra- se puede explicar qué representa realmente este Juanete, "el artista que le puso un poco de picardía al rock nacional".

Marxrrone. La mixtura entre Groucho y Marrone.

Es esa capacidad de crear alianzas imposibles lo que define un estilo que ya tiene su nombre: capusottoniano. Y su propio libro de ensayos: Capusotto, realidad política y cultura, en el cual catorce filósofos, sociólogos, investigadores y docentes universitarios lo analizan como lo que es: un fenómeno meteorológico.
Ya veremos cómo y por qué.

Pero ahora estamos lejos de la biblioteca y al lado de los extraterrestres que lo abdujeron en la película Pájaros volando, que pronto estrenará en los cines y con una avant première que incluirá platos voladores. Porque este primer round tiene como escenario la grabación del doblaje de algunas escenas del film que dirige Néstor Montalbano -ex cómplice de Capusotto en Todo x 2 pesos y Cha cha cha- y él ya se calzó los guantes, esperando las preguntas, con una distancia cordial, elegante, que protege su persona de sus personajes y con la que me anticipa que sabe lo que estoy buscando.
Entiendo. Capusotto es algo serio.

Y para el tipo la clave de esta oración no es su nombre sino ese "algo".

Fue Michel Foucault el que construyo su teoría sobre la genealogía del lenguaje a partir de un relato de Jorge Luis Borges. Por la risa que le provocaba leerlo y por cómo esa risa sacudía "todo lo familiar del pensamiento". La función del disparate es ésa, nos señalaba así el filósofo.

Revelar que hay un orden. Y que ese orden no es el único posible.

Capusotto define ese "algo" de manera similar. "El lenguaje humorístico siempre tiene que ver con el disparate que destruye la realidad a partir de una situación inverosímil. Por eso me parece que la tragedia está siempre muy relacionada con el humor. Uno apunta siempre ahí: a reírse de lo trágico. Eso no implica que ande por la vida diciendo: «Uy, qué tragedia». Habrá quien no, pero yo tengo claro que necesito esa fuga para, al menos, no aburrirme."

- ¿Qué te aburre?
- A veces me aburro de mí. O de no estar haciendo nada trascendente o de hacer siempre lo mismo. También de las estructuras y de saber qué viene.

- ¿Y cómo evitás que se aburra el espectador "que ya sabe lo que viene"?
- Cuando hacés algo que lo emociona o lo saca de ese lugar convencional de estar pasivamente sentado. Cuando vas al hueso de lo emotivo para que pueda fugarse. Cuando lográs que se haga las mismas preguntas que vos.

- ¿Cuáles son las preguntas que tenés en común con tu espectador?
- Me imagino que un pibe de 30 años, hijo de padres de la década del 60, se preguntará otra cosa que mi generación. Nosotros somos hijos de la dictadura. Nuestros mayores fueron militantes o estaban en el vagón emocional de eso que pasaba en los 70 y que después fue aniquilado.

- ¿Pertenecer a esa generación es algo que te define?
- Sí, desde ya. Y también ser de la generación que a los 18 años terminó yendo a Malvinas para "defender a la patria". Y la que vio morir ciertos valores que para nuestros padres eran incuestionables. Hemos crecido con la idea de la familia, de la organización, del éxito, de la cultura del trabajo. Con ese proyecto de la familia unida que se descascaró, para después convertirse en una carrera que gana el más vivo o quien negocia mejor. Pasamos del paradigma de "la imaginación al poder" al de "la imagen al poder".

- ¿No es ése el paradigma que usás para construir tus personajes?
- Sí, pero para destruirlo en la medida que pueda y con un lenguaje limitado, que a veces confunde. Algunos pueden entender lo que subyace, el horror que hay atrás de la risa, y otros pueden ver su liviandad y decir: "Bueno, esto sólo es un programa de humor".

- ¿Y por qué para vos no es sólo eso?
- Porque tenemos un sentido de pertenencia con el programa. No estamos trabajando como en una oficina a la que uno va, marca tarjeta, hace lo que tiene que hacer, y si el programa después se levanta, es una pena porque no seguís cobrando. Esto es nuestro. Entonces hay que tratar de cuidarlo y no pensar en términos de efectividad, sino de una cuestión relacionada más al placer que nos da hacerlo. Alguna vez escuché a Alejandro Fantino decir: "Cuando terminamos el programa, nos vamos a casa y listo, se terminó". Eso me parece un poco perverso, porque representa que vos estás creyendo lo que estás diciendo sólo porque hay un sueldo que te convence.

- ¿Y cómo funciona en tu caso?
- Como el típico juego del niño: un juego que es noble porque se juega con seriedad, porque te lo estás creyendo.

- ¿Esa es la clave? ¿La fe y seriedad?
- La total seriedad de estar creyendo en lo que estoy haciendo. Entonces, el juego no termina cuando te vas a tu casa, sino que acompaña tu vida.

- ¿De qué manera?
- Ese mismo espíritu que uno pone para hacer el programa es el mismo que va a volver en otro, aunque tenga otra máscara, otra escenografía y otra manera de contar. Siempre va a seguir flotando esa especie de señalización de algo que nos molesta y que, por eso, parodiamos o burlamos. Parodiás todo lo que te duele. Y la manera de defenderte de eso y tomar posición es la burla, que es un arma bastante contundente.

- ¿Como herramienta política?
- Todo es política. Si construís algo desde lo que pensás, es política.

- Desde ese punto de vista, ¿es político el programa de Tinelli?
- Su forma de hacer política tiene que ver, sin duda, con la lectura que hace del concepto de entretenimiento. Alguna que otra vez se torna más explícita, como cuando hizo alguna referencia a la inseguridad o como cuando en el año 95 convocó a Menem. Digamos que no hizo que ganara, pero trabajó para eso.

- Lo político, entonces, ¿es el poder de construcción de poder que tienen los medios?
- Los medios construyen una voz oficial que va dictando cómo va la cosa y hacia dónde tiene que ir. Hoy son una institución con cierto manto de impunidad. Y su rol es proteger esa institucionalidad y esa impunidad. Por eso hace que te preocupes mucho más si un pibe de una villa mata a un tipo para robarle un auto que si un policía lo liquida con gatillo fácil. Y cuando mata el Estado, trata de que mires para otro lado.
- Desde ese punto de vista crítico, ¿no es difícil ser oficialista?
- Sí, porque lo que incomoda y genera contradicción es toda estructura de poder.

- ¿Cómo acomodás, entonces, tu oficialismo?
- Me acomodo de acuerdo a escenarios que suceden. Uno trata de tener una visión crítica y de profundizar lo bueno y señalar las cosas que están mal. Pero también hay un escenario en que hay una oposición con proyección al poder que me resulta obscena. Creo que el Gobierno ha hecho cosas muy interesantes, pero que también comete errores. Es cierto que desde la apertura democrática es con el que tengo más empatía, pero eso no significa que no pueda ser crítico por el cuento ese de ser funcional a la derecha. Sos funcional a la derecha cuando pensás que todos los errores los comete sólo el Gobierno y no hacés una mención a algo que se pone en frente y tiene proyección de poder: esa oposición, que me parece de cuarta.

- Hacer tan explícita tu posición política, ¿cómo afecta la relación con tu público?
- Nuestra relación con el público está construida a partir de lo que hacemos. Esa es nuestra alianza. No soy un tipo que aparece en un lugar público porque tiene éxito y nada más que eso. Lo mío no tiene la banca de la categorización.

- No relaciono la palabra "extravagante" con un personaje como Fort...
- Yo lo escuché, no lo estoy inventando. Hay una banda de papafritas que terminan hablando de personajes que son fenómenos mediáticos, no sociales. Y en eso soy terminante: si vos le pedís a ese chabón un autógrafo, sos un subnormal. La estupidez es la única enfermedad que no tiene antídoto. Porque un personaje así tiene para mí la importancia de una pileta de natación vacía.

- En cuanto a tu etiqueta, tampoco creo que sea la de loco drogadicto...
- Ya no. Ahora apareció la del prestigio.

- ¿Cómo apareció?
- Por el lado de la cultura del rock, que te da un link con lo intelectual y lo político. El rock siempre da la sensación de pertenencia a una tribu que cuestiona al mundo conservador.

- ¿Aún hoy, cuando un ícono como Charly se coloca al lado de Palito?
- En el rock ya ha entrado desde el rockero que tiene la limusina y está esperando llenarla de minitas hasta el tipo que se ahoga en su propio vómito y ha hecho cosas muy jugadas y muy al límite. Lo que los diferencia es si tienen algo para decir o no; Charly lo tuvo en su momento. Después, bueno, se enganchó con Menem porque un día le dijo: "Escucho todos tus discos". Hay algo de ingenuidad, algo infantil en esa actitud. Te sobrepasa el personaje que creaste y se vuelve algo casi pueril, esta cosa de la vanidad, del ego, de la exposición permanente. Hay otros tipos, como Spinetta, que son todo lo contrario. Pero los dos han dicho cosas. Por eso ni me detengo a pensar en Palito, porque eso es tan personal y es difícil entrarle al alma de otra persona que a lo mejor no tiene nada que ver conmigo. Lo que uno termina sacando de ese tarro es si ese tipo dijo algo interesante o no. Me parece que Charly sí y otros no; otros son la mueca de algo que supuestamente traspasa un límite y que, en realidad, no traspasa nada. En el rock ha entrado todo porque se ha convertido en un gran negocio. En ese sentido, si hay algo cercano al rock es el peronismo.

- Si lo único que importa es lo que tenés para decir, ¿cuál es tu texto?
- Lo que digo, principalmente, es lo que hago. Nosotros tenemos luz propia en el movimiento. Porque de nuestras vidas pocos saben. Sólo nos explicamos ahí, en la acción pura, en eso que hacemos y eso que provoca lo que hacemos, que siempre nos sorprende y de alguna manera nos trasciende. Cualquier artista hace su trabajo y después debe desaparecer en los otros, que es lo que más cuesta. Para mí, aunque suene rebuscadamente poético, esta idea de que uno se explica en lo que hace y que después desaparece en la mirada del otro sería el costado que más me interesa de lo que nosotros hacemos.

- ¿Por qué decís "nosotros"?
- Digo "nosotros" por Pedro Saborido y porque este programa sin Pedro no existe y sin mí tampoco.

El primer round ha llegado a su fin con dos desafíos y los dos tienen que ver con los límites que Capusotto resguarda.

Hacer en lugar de decir. Ser uno, dos, muchos personajes en lugar de una persona. Con uno se protege, quizá, de sus propias etiquetas, que son varias.
Con el otro, de todo lo demás.
Eso es exactamente a lo que me refiero cuando digo "el tipo".
Ni el hombre, ni el actor.
Con el que acabo de conversar durante más de dos horas es, sin duda, un promedio.

Estamos en el estudio ubicado frente a coto y vecino al shopping Abasto y a la iglesia Jesús a las Naciones, del pastor Juan José Climenti. Las coordenadas son tan literales que ubican a Capusotto en su debido contexto: República Argentina, año 2010.

En el primer piso y en un pequeño espacio de pocos metros se despliega todo el universo del programa de tevé que comenzará a emitirse el lunes 19 de julio, a las 22.30 y durante diez o doce semanas, no más. Allí están todos los habitantes de ese planeta autónomo -nueve hombres y una mujer-, conducidos por Pedro Saborido con órdenes concisas y gestos exactos. El es quien dicta qué planos, qué objetos, qué textos, qué tiempos, qué todo. En el centro mismo de esa agitación se planta Capusotto, en actitud zen.

Entre los dos dibujan una extraña y sincronizada coreografía que nunca, jamás, incluye un solo intercambio de miradas y pocas, escasísimas palabras. Todo entre ellos ya ha sido dicho, en la etapa previa y de creación, de la que sólo el dúo participa y de la que nace todo lo que allí se registra. "La confianza es total. Sé que Pedro tiene todo claro y controlado. Entonces no interrumpo su trabajo ni con la mirada. Sé que puedo entregarme a la suya porque no sólo ve lo que está sucediendo en ese momento, sino que sabe cómo funcionará luego en la edición. El tiene ese talento, esa capacidad de ver en el momento el todo. Y yo me dedico a lo que tengo que hacer, que es a poner el cuerpo y a que pueda aparecer algo ahí que pueda transformar para bien eso que pensamos juntos antes y que ya está perfectamente organizado", dirá Capusotto luego para explicar esa extraña ceremonia con la que Saborido zurce, con breve sorbos, las imágenes que luego irá hilvanando en cada programa.

Durante dos días y por un par de horas observé el rito y su austero contexto. Me queda claro, entonces, que esa estética es producto de una ética: hacer todo con nada. O mejor dicho: crear con nada, todo. No es magia, sino profesionalismo lo que permite entonces la multiplicación de los planos, que son hijos pródigos de ese ingenio tan argento que Saborido sintetiza con una frase escupida en plena faena: "Por algo me dicen el George Lucas de Gerli".

Esa combinación, en su caso, incluye una eficiencia de MacGyver y un toque de ese apodo que le puso su equipo y que hoy le calza como un guante: Unabomber. Aunque en este caso lo que estallan no son bombas, como las que solía enviar por correspondencia aquel terrorista estadounidense, sino petardos.

Literalmente.
Saborido los arroja al set, sin aviso, sin explicaciones y sin siquiera reírse luego por la humorada. Queda claro también que Saborido es otro tipo serio.

Esa seriedad por duplicado es quizá la que fue capaz de crear algo "distinto" que construyó "no sólo una reflexión más interesante sobre los tiempos que corren, sobre la televisión que se mira y los lenguajes que se hablan en esta sociedad fragmentada, escindida, desquiciada, sino también una percepción muy sutil acerca del modo en el que nuestro presente hereda las facetas más dolorosas de nuestro pasado. Se trata de un fenómeno cultural extraordinariamente complejo y rico, denso, que se ha convertido en un hecho fundamental de la cultura argentina, con una audiencia bastante reducida en el canal estatal y una audiencia multiplicada varias veces a través de los mecanismos de la tecnología informática, otra circunstancia que le da una fuerza muy novedosa", señala la eufórica introducción a los ensayos que analizan los íconos del planeta Capusotto, seleccionados de acuerdo con el clima que domina en cierta generación de la intelectualidad local.

Sin duda, la estrella de este universo es Bombita Rodríguez. Es el protagonista de cinco de los doce capítulos y eje del análisis de Horacio González, el director de esa Biblioteca Nacional que aloja a la escuadra oficialista denominada Carta Abierta (que esta temporada tendrá su referencia en el programa, cuando irrumpa un nuevo personaje, Piqui Piqui, "un idiota que produce furor entre la gente, al punto tal que se convierte en candidato a Presidente. Los que lo critican se nuclean en el grupo Carpa Abierta", me contará luego Capusotto). Pero también desfila por esas páginas Micky Vainilla, el cantante nazi-pop (analizado como un "viaje hacia nosotros mismos, hacia el interior de nuestra sociedad posmenemista"); el Emo (que revela "la sumisión de estos colectivos sociales, llamados indulgentemente tribus urbanas, a los valores mercantiles"); Luis Almirante Brown, el hombre que propone Artaud para millones; y el doctor Juan Estrasnoy, el educador violento que quiere exterminar a los malhablados ("demuestra la impotencia de la educación argentina como tangente mediadora" entre dos clases paralelas encarnadas por el cheto y el fierita "que ni se hablan ni se escuchan").

Saborido me cuenta que escuchó en directo estas conceptualizaciones, cuando los invitaron a participar de una conferencia en la Universidad Nacional de General Sarmiento, a la cual pertenecen los compiladores del libro. Muy serio dirá: "Está muy claro para nosotros de qué habla el programa, pero también que no queremos teorizar al respecto".

Se entiende, entonces, que para ellos la gracia es no tener que explicar el chiste, porque si no, no hay chiste ni gracia. Su preocupación, en todo caso, a esta altura de los análisis y el trayecto, es otra: "Conservar el amateurismo". Por eso se imponen, dice, la gimnasia de tener en cada programa dos personajes nuevos. "No todos llegan a buen puerto, pero el hecho de estar obligados a meter cosas nuevas siempre nos aumenta la capacidad, no sólo de seguir moviendo la mollera, sino también encontrar algo que esté bueno. Es casi estadístico. En ese tirar cosas nuevas, también está el miedo de gastar lo que ya tenemos, de aburrir, de no sorprender. En el humor, el límite entre algo brillante y algo pelotudo es muy finito. Es uno de los géneros con más riesgo al papelón. Y todo nuestro trabajo se organiza en función de evitar ese momento." Es una pena que semejante lección no haya sido analizada por ningún académico.

El tercer round se da frente a una pantalla de computadora donde me proyectan la película protagonizada por Capusotto. Trato de sortear las distracciones que representan ver a Víctor Hugo Morales representando a Dios, confirmar que Antonio Cafiero es un excelente actor o admirar el vestuario de Luis Luque, convertido en una cruza de Hugo Moyano con Hare Krishna.

No es ése el desafío, no.
Se trata de establecer si Capusotto logró vencer la maldición de Olmedo, que convirtió al cine en su verdadero cementerio.
Reconozco, entonces, esa sutileza que lo mantiene a salvo. El, que tantas veces es un bufón exagerado, se mantiene en un tono contenido, ajustado a un personaje que se parece mucho a muchos otros que interpreta, pero sólo como un pariente cercano. Y en esa posibilidad de calibrar la dosis necesaria de Capusotto de acuerdo con la historia que se narra, encuentro al actor y de qué está hecho. Una alquimia de miradas, pequeños gestos y actitudes que no se notan, pero están, como hilvanes disimulados en los pliegues de un vestuario. El ultimo round tiene premio.

Quizá por el diluvio. O por Barracas, que para él es barrio y no escenario.
O porque la paciencia es una virtud barata y provechosa.
Es cierto que la charla comienza con el tono y la distancia reglamentaria, que acepto sin chistar.

- ¿Qué harías si no pudieses trabajar de actor?
- No puedo pensar eso porque tengo un nombre que, de alguna manera, ya está instalado. No pertenezco al circuito marginal de la cultura o de la expresión. Sé positivamente que cuando no hagamos televisión, buscaremos otros espacios, como el teatro, que nos permite seguir juntándonos con las mismas voluntades, aunque seguramente con otras expectativas.

- ¿En qué sentido?
- Va a haber un productor que va a pensar que vamos a meter mucha gente porque ya tenemos registrado un nombre. Pero el armado lo vamos a hacer siempre nosotros. La idea seguirá siendo nuestra. Algo es seguro: me va a servir más, humanamente, hacer un personaje en cine o en teatro, aunque su éxito sea fallido, que estar en televisión con algo que no me guste.

- ¿De dónde viene esa contundente seguridad que te noto tanto cuando grabás el programa como en esta charla?
- Creo que esa seguridad que vos notás tiene que ver con que para mí la idea es mucho más superadora que el trabajo personal. Quiero decir: nunca estoy pensando en la propia actuación, sino en la idea. Esa es la convicción que hace que no haya histerias respecto de cuánto tengo que brillar o cuánto dejo de brillar con respecto a otro trabajo que hice. Tengo en claro que, en algún momento, esto que es Peter Capusotto hay que pararlo, incluso para poder retomarlo. Siempre fue así. Cuando formé parte de Cha cha cha o de Todo x 2 pesos, también. Hay un momento en el que la idea que te llevó a hacer algo se empieza a deshilachar, y tenés que estar atento a ese momento. Parte de la estrategia que hemos tenido con este programa está motivada precisamente en que no nos pase eso. Y la manera de lograrlo es justamente eligiendo hacer sólo diez o doce programas por temporada. En esas cosas, tengo seguridad.

- ¿Nunca hiciste nada de lo que te arrepintieras?
- No me gusta hacer publicidades. En general, se hacen sólo por plata. Y puedo hablar por todos los actores o actrices que hacen publicidad. Es lo único que no me ha gustado. No me arrepiento, porque sé por qué lo hice, pero es algo que no tiene ningún valor para mí. Ni en el sentido estético ni como aporte al oficio.

- ¿Por qué?
- Porque es algo que está más vinculado a la mentira, a lo falso, que es lo contrario de la actuación. Es cierto que en algún momento, por el año 93, ganaba más con eso que por hacer Cha cha cha. Pero también es cierto que hice algunas, pero podría haber hecho muchísimas más y me negué. El publicitario es un mundo que no me cae muy simpático. Esa cosa de la pretensión estética para vender un chocolate a mí me pone un poco nervioso.

- Uno de los personajes nuevos de esta temporada está relacionado con eso: con lo que representa el consumo...
- Consumo no deja de ser una humorada que juega con lo que representó Sumo. Que aparece con la canción "Mañana en el Abasto" y su contrapunto actual, el shopping. Esta especie de líder del consumo es la antítesis del líder que representaba Luca Prodan. Algún idiota podrá pensar que es una parodia a Sumo, pero es su antítesis. La parodia, en todo caso, está dirigida a señalar en qué te convierte la publicidad, a un intento por destruir esos valores que sabemos que son falsos y que el humor está denunciando.

- ¿Un humor de protesta?
- El humor es eso.

- También es esperanza: un chiste siempre necesita de alguien que se ría.
- Sí, no hay duda. Pero me conformo con que sea alguien medianamente perceptivo, nada más. Nunca se sabe quién está del otro lado. Porque del otro lado, hay muchos. Esa es la parte nihilista del humor: no saber nunca si tiene sentido. Es una pregunta que uno permanentemente se hace en la vida.

- ¿No hay certezas?
- La certeza que tenemos es la de saber a quién atacar, pero porque en la vida sabemos a quién atacar. Y el programa no está separado de la vida.

- ¿Cuál es el blanco?
- El poder. El poder de la palabra, de las instituciones, de la educación, en el sentido de cómo nos condicionan para vivir con consignas falsas. Es nuestra forma de decir: "Conmigo, para eso, no vas a contar".

- ¿De descontrolar el control?
- Exacto. Esa figura me gusta. Es la figura del tipo que se está escabullendo de eso que sabe que es mentira. Bueno: la idea es que no lo puedan agarrar y que ese tipo resista, desde la burla. Me parece que la burla es un arma poderosa.

Capusotto dice "tipo", y suena la campana.

El juego terminó, y el premio por haber participado es dejarme espiar al padre orgulloso que habla de su hija de 11 años, que estudia batería, participa de la murga Los Descontrolados de Barracas y actúa en la obra de teatro comunitario El casamiento Anita y Mirko.

Me dice, también, que el lugar desde donde sigue mirando el mundo es esa esquina de Milton y Bacacay en la que paraba con su barra de amigos. Que muchas veces pasaba por ahí un patrullero que los levantaba "como si nada" y que esa impunidad es su recuerdo más vívido de la dictadura. Que sigue en contacto con algunos de esos amigos, pero que prefiere no pensar la vida en términos de "¿viste cuando teníamos 15 años?". Que perdió a sus dos hermanos, esos que le revelaron todas las respuestas. Uno era más grande que él y murió a los 35. Otro era más chico y se fue a los 32. Que estudió batería, pero nunca llegó a armar una banda. Que tiene facilidad para cantar, pero no para tocar la guitarra. Pero que se dio cuenta recién a los 24 años de para qué estaba en la vida, cuando en el taller de teatro le hicieron por primera vez improvisar un monólogo y cómo con sólo pararse, logró que todos sus compañeros se mataran de risa. Que ahí se dio cuenta inmediatamente de la diferencia, pero también de la conexión, que había entre el escenario y su esquina. Como si Milton y Bacacay fuera el Aleph, el agujero desde donde se puede espiar todo lo que hay en el mundo, y el escenario, el hueco desde el cual avizorar todo aquello que no.

El hombre, en cambio, recién asoma cuando se atreve a contar cómo conoció a su mujer, María Laura. "Era amiga de una chica que salía con el Gordo Casero. Trabajaban juntas en la agencia Walter Thompson, en la administración. Un día, el Gordo, jodiendo, le dice:

-Te voy a presentar a alguien.
-Bueno, pero que sea de Racing.
-Entonces te presento a Capusotto.
Y así fue."

En el bar Oliverio y con la excusa de un recital de la banda Halibour que Casero formaba por entonces con Javier Malosetti, Héctor Epumer y el Mono Fontana. Intento imaginar la escena y, entonces, lo veo.

No al tipo: a él.

Ahora, imaginátelo vos.

Por Claudia Acuña
Texto extraido de: http://www.altoforo.com/tv/72045-diego-capusotto-y-la-ciencia-de-la-risa-entrevista.html

sábado, 9 de julio de 2011

REUNION DE INFORMACION Y CAPACITACION "YO, SI PUEDO".



COMPAÑER@S:

EL MIERCOLES 13 DE JULIO, a partir de las 18 Hs (PUNTUAL), en el local de la Asociacion de Trabajadores del Estado (ATE), de calle 8 entre 55 y 56 de La Plata, los  invitamos a participar en una nueva REUNION DE INFORMACION Y CAPACITACION  dirigida  a quienes integren   organizaciones sociales y  voluntari@s en general , que quieran sumarse a  la Alfabetización de Adultos   por medio del método "Yo, sí puedo", en la ciudad de La Plata y alrededores.

Desarrollo del Encuentro:

Temas:

1 - Breve Historia del "Yo, sí Puedo". Desarrollo en La Plata. Desarrollo en  Argentina.
2-  Análisis  del Sistema.

3 - Observación de Video-Clases.
4 -  Requerimientos para la apertura de "Puntos de Alfabetización".
5 - La responsabilidad de los Facilitadores.
6 - Intercambio de opiniones entre los participantes.
 
Reciban un abrazo afectivo
                                                                                                                                                      carlos"negro" tulián



Equipo de Comunicación
"Yo, sí puedo" - La Plata

Julio 2011.


Importante:

Para multiplicar esta invitación, les pedimos que la reenvíen a quienes consideren adecuado.

Por favor,  confirmar la asistencia, por este medio o a los siguientes TE.. Gracias.

Paula: Cel.15-570-5408.

 
Carlos: (Fijo) 421-6128.
                                    
!!Los esperamos!!

martes, 5 de julio de 2011

Acerca de la acreditacion de la CONEAU en psicologia

El rol de la Coneau en el ojo de la tormenta

Sociedad /  Las experiencias en la UBA y en Psicología de la UNLP, y las implicancias a futuro 
 
04.07.2011 | 15.14
 
Los cuestionamientos a la Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria (Coneau) y, específicamente, a las funciones que se le atribuyó en el marco de la Ley de Educación Superior de 1995, vienen registrando expresiones de rechazo en distintos sectores de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), especialmente de los estudiantes y graduados.

Los fines últimos de esa Comisión, encargada de acreditar carreras de grado cuyas profesiones sean de interés público por el Estado, a través de estándares de calidad, constituyen los principales cuestionamientos. Y es así porque esos estándares fueron gestados en el contexto dado por las políticas neoliberales de los ´90 en las que hubo poco espaciopara una educación pública y gratuita al servicio de las necesidades de los pueblos.

El rechazo a la Coneau votado el año pasado en la facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA constituye un antecedente clave para los estudiantes de la UNLP. Es un modelo testigo para rebatir cualquier argumento a favor de que si una carrera no es acreditada por la Coneau no tiene validez.

Mientras paracen agotarse los intentos para cambiar la Ley de Educación Superior, en La Plata se dieron reacciones en la facultad de Psicología, las cuales amenazan con expandirse hacia otras unidades.


No a las evaluadoras privadas

El análisis de Adriana Puiggrós

Necesariamente, hoy se debe mejorar la composición de la Coneau. Debe ser un organismo estatal que verdaderamente cumpla con las condiciones de evaluación y acreditación. En el proyecto de nueva Ley de Educación Superior del Frente para la Victoria proponemos un organismo que tenga representación docente y estudiantil, y rechazamos la posibilidad de la existencia de evaluadoras privadas. Estamos en contra de que un grupo de universidades se hagan evaluar por evaluadoras privadas; quienes así  no lo comprendan, son entes anárquicos que no reconocen la existencia del Estado ni tampoco defienden a la universidad pública. No aceptan que haya un organismo del Estado que acredite.

Aquí es clave el concepto de autonomía universitaria. El concepto mencionado es académico y la Universidad es un organismo, según nuestra Constitución Nacional, autónomo y autárquico del Estado Nacional.

Por otra parte, no es cierto que si la Coneau no acredita una carrera no tiene validez el título que otorga esa facultad. La acreditación no es indispensable  para que el título tenga validez. Lo que sucede es que si una carrera no acredita, el título tiene menos legitimidad, pero en ningún caso es ilegal.

El asunto es que seamos los propios argentinos quienes decidamos parte de la evaluación y no aceptar evaluaciones extranjeras que nos caen, sin tener en cuenta cuáles son nuestras características, qué elementos queremos evaluar.

Se trata de realidades distintas y de una concepción de educación distinta. Nosotros tenemos la Ley Nacional de Educación que marca los grandes principios de la educación nacional, qué tipos de sujetos queremos formar, y ese debe ser el marco de la evaluación.

Diputada Nacional FpV. Presidenta de la Comisión de Educación.



Un problema político, ideológico y social

El análisis de Diana Broggi

Abordar desde una perspectiva amplia y contextual, el debate sobre la acreditación de las carreras de grado a la Coneau en el marco de la Ley 24.521, es el camino para profundizar la discusión y eludir la simple polarización que entrampa las posturas y las vuelve consignistas.

Hay realidades que no pueden negarse, hoy como en los 90’ acreditar las carreras a la CONEAU implica tácitamente someter la formación, los planes de estudio a los lineamientos de esta Ley de Educación Superior (LES) sancionada en 1995. Más allá de las diferencias históricas y gubernamentales, es una ley que sigue vigente aunque cuestionada y de manifiesta inconstitucionalidad. De hecho, viola, entre otros, el artículo 75 inciso 19 de la Constitución Nacional que establece la autonomía y autarquía universitarias.

También existen leyes más actuales que la contradicen, como la 26.206 de Educación Nacional, que en su artículo 2º establece que “la educación y el conocimiento son un bien público y un derecho personal y social, garantizados por el Estado”, y en su artículo 10º confirma que “El Estado Nacional no suscribirá tratados bilaterales o multilaterales de libre comercio que impliquen concebir la educación como un servicio lucrativo o alienten cualquier forma de mercantilización de la educación pública”. Vemos como queda enfatizada la contradicción con la LES menemista que en su artículo 2º postula a la educación como un servicio y no un derecho.

La vigencia de esta Ley es un problema político, ideológico, cultural que nos atraviesa. Por eso se hace necesario impulsar un cuestionamiento de esa índole hacia esta norma planteando algunos lineamientos claves para una nueva:

 Que defienda la autonomía de la Educación Superior de los poderes económicos y gubernamentales como condición básica para poder desarrollar un pensamiento crítico.  La universidad autónoma no es la universidad autista, si no la que tiene como fin de la construcción de conocimiento la libertad de los pueblos.

 Que explicite que los trabajadores docentes constituyen un cuerpo único y por lo tanto deben tener una representación única. Cualquier distinción sobre la dedicación docente, implica instaurar mecanismos jerárquicos, elitistas entre los propios trabajadores.

En relación a la evaluación, debe bregar por la protección de la autonomía de la Educación Superior, cualquier tipo de evaluación académica o institucional debe realizarse en forma independiente del poder ejecutivo, legislativo, judicial y de cualquier entidad privada. Los resultados de los procesos de evaluación no pueden ser utilizados para definir la distribución del presupuesto, y no pueden acarrear la posibilidad de inhabilitación para expedir títulos. La evaluación debe contemplar la participación de estudiantes, docentes, y otros actores sociales como movimientos sociales, sindicatos, y organizaciones de la sociedad civil. 

La necesidad de tener planes de estudios delineados por la comunidad académica, guiados por la brújula de las necesidades sociales es un elemento esencial  en la formación de profesionales que estén realmente orientados a trabajar de cara a las demandas de la sociedad, y no del mercado.

La formación mercantilista dibuja líneas de pensamiento y acción de los profesionales, orientando su praxis a los requerimientos empresariales, marcando el camino de las investigaciones sobre la base de países desarrollados, dejando sin lugar aquellas iniciativas que pretenden volcar el conocimiento y la investigación por ejemplo, a cómo solucionar las problemáticas de las clases bajas de la sociedad.

Acreditar las carreras de grado bajo la LES menemista implica legitimarla aceptando la extorsión explicita que supone la Coneau.  Es por eso que considero necesaria la oposición de la comunidad académica y las autoridades a la injerencia externa de organismos como este a la hora de definir la formación de los profesionales del pueblo.

Ya que no se trata simplemente de una ley que está presente y naturalmente hay que respetarla, sino que se trata más bien de una legalidad que expresamente degrada la educación pública, como parte de un proyecto político neoliberal y privatista.

Lic. en Psicología. Miembro de la FULP



Mayor representación docente y no docente

El análisis de Edith Pérez

Los acontecimientos de los últimos días en nuestra Facultad han actualizado el debate sobre la Ley de Educación Superior vigente, que regula las instituciones de formación superior universitarias o no universitarias,  estatales o privadas y en la jurisdicción en que se encuentren. Este texto legal fue sancionado el 20 de julio de 1995 y los procesos políticos y sociales que marcaron esa época del país y el mundo la atraviesan. Por ejemplo, no define la educación superior como un bien social, definición fundamental que suscribimos con vehemencia, y deja abierta su posible consideración como un bien comercial, lo cual es sostenido aún hoy por la Organización Mundial de Comercio. 

Otros puntos  conflictivos, con los que disentimos son, por ejemplo, la puerta que deja abierta para la regulación del ingreso por parte de las unidades académicas en universidades con más de 50.000 estudiantes, que, en el orden local, permite la restricción del ingreso en la Facultad de Medicina, la habilitación de los servicios a terceros en desmedro de las prestaciones a la comunidad en el marco de la Extensión Universitaria, y la no explicitación de  la gratuidad de la enseñanza de grado en las universidades nacionales.

Si bien en el artículo 41º otorga al Ministerio de Educación el reconocimiento oficial de los títulos que se expidan en el grado y posgrado y, por tanto, su validez nacional, fija condiciones para las carreras de interés público incluidas en el artículo 43º que deben ser reguladas por el Estado, criterio que en su formulación general compartimos ya que entendemos es función indelegable del Estado preservar y defender el Bienestar de los habitantes de la Nación. Estas carreras deben ser evaluadas y acreditadas periódicamente, por la Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria (Coneau), organismo que aplica para este proceso estándares avalados por el Ministerio de Educación y el Consejo Interuniversitario Nacional. Pensamos que la alta integración de miembros propuestos por las cámaras debe ceder lugares a la representación de organizaciones de los docentes universitarios y trabajadores no docentes para ampliar la  participación de otros sectores sociales involucrados en la educación pública superior. Finalmente, queremos hacer explícita nuestra posición a favor de la regulación del Estado sobre algunos títulos y contraria a la habilitación para ello de consultoras privadas, como sucede en otros países de la región.

Licenciada en Psicología. Decana de la facultad de Psicología (UNLP)



Un estrategia integral para las universidades

El análisis de Carlos De Feo

La Coneau fue objeto de intensas polémicas desde el momento de su creación. El contexto lo explica: la institución de los dispositivos de evaluación y acreditación fue parte del arsenal de la reforma neoliberal impulsada en la década del '90. En una situación de recorte del presupuesto público, de apertura al financiamiento externo y de estímulo a la creación de instituciones privadas, amenazaba con ser el organismo asegurador de la "calidad" de una oferta de mercado.

Sin embargo, aunque la lógica mercantil logró parcialmente penetrar la actividad académica la Coneau no fue exactamente lo que pretendían los organismos financieros internacionales. En parte, debido a que las propias universidades no permanecieron ajenas a su diseño y actuación: en la implementación negociada de estas reformas, la intervención de múltiples actores con intereses diversos produjo modificaciones y reapropiaciones significativas. Vistos los resultados, la acción de la Coneau operó como un factor limitante de la expansión del sector privado, antes que como una traba para el crecimiento del sector público.

Con el correr del tiempo, prácticamente la totalidad de las instituciones se adecuaron a esta exigencia. Y, aún cuando los debates continúan, hay un amplio consenso en cuanto a la necesidad de que exista un organismo público que desempeñe esas funciones. El proceso de evaluación y acreditación, cuyos criterios y mecanismos tendrían que reconsiderarse, debe concebirse en el marco de una política integral para las universidades, como orientador de acciones que permitan subsanar déficits en el funcionamiento de las instituciones y/o sus carreras, de acuerdo con objetivos que apunten a lograr un desarrollo más equilibrado del sistema, y a fortalecer aquellas áreas que se definan como prioritarias.

La discusión sobre la Coneau debe ser parte de un debate más consistente en torno a los lineamientos de una política de estado para las universidades. Pero es un error rechazar la evaluación de parte de un organismo público planteando que ello lesiona la autonomía, o que conduce necesariamente a la privatización de la universidad. Sostener, sin más, que la universidad pública no puede ser evaluada, es en realidad otra forma de privatización de lo público. Animadas por intereses corporativos, o cabalgando sobre un vacío consignismo, estas posiciones terminan bloqueando la discusión que nos debemos.
Secretario general de la CONADU


En Exactas no acreditamos

El análisis de Laura Fraile

He tenido suerte en muchos aspectos de mi vida. En lo político, por ejemplo, fui partícipe no sólo como estudiante, sino también como presidenta del centro de estudiantes de mi facultad, de uno de los procesos de autodeterminación más importantes que los estudiantes universitarios hayan llevado a cabo desde hace 15 años: la lucha contra la Ley de Educación Superior (LES) 24.521, y en defensa de la universidad pública, gratuita, inclusiva, masiva y de calidad para el pueblo.

El 2 de junio de 2010, la facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, por decisión de su máximo órgano de gobierno y luego de un amplio y democrático proceso de debate, decidió que dicha institución no presentaría sus carreras de grado a la convocatoria de acreditación de la Coneau. Por ese entonces, tres carreras habían sido declaradas de interés público, y por lo tanto, según la LES, debían someterse al proceso de acreditación.

La LES fue sancionada en el año 1995, y en consonancia con un plan de orden global llevado a cabo para uniformizar la educación superior, en un momento clave de la hegemonía neoliberal. Es una Ley aún vigente que define que la educación es un servicio, un bien de intercambio; que propone el arancelamiento de las carreras de grado como forma de autofinanciamiento; que plantea como forma de organización el ingreso restricto, el cupo en nuestras universidades; que propone como solución al desfinanciamiento estatal la venta de servicios y el acomodamiento total a las demandas del mercado y sus caprichos. Es una Ley que propone a la educación como un privilegio casi exclusivo para las clases más acomodadas. La Coneau es, en este sentido, el instrumento para llevar a cabo todas estas definiciones. Es el organismo que evalúa si las carreras cumplen con las políticas en educación impulsadas por el poder político de turno.

El proceso vivido en Exactas tuvo su primer gran salto a fines de 2009, cuando estudiantes, graduados y docentes de Exactas y otras facultades de la UBA, nos levantamos y elegimos defender nuestras carreras antes de quedar presos de los deseos de una Ley que entendemos injusta para nuestro pueblo.

El camino recorrido en Exactas y su posterior resolución, son un ejemplo a seguir para el resto de la comunidad académica en nuestro país. Experiencias como éstas, deben ser impulsadas en toda la Argentina porque son las que nos van permitiendo avanzar con una mejor perspectiva, hacia una nueva ley de educación superior pensada por y para todo el pueblo.

Presidente Centro de Estudiantes Facultad de Exactas y Naturales de la UBA.

Texto extraido de: http://www.elargentino.com/nota-146943-El-rol-de-la-Coneau-en-el-ojo-de-la-tormenta.html
 

lunes, 4 de julio de 2011

La desesperación sin ideología

Por Aníbal Ignacio Faccendini *
Se han olvidado. Hacía tiempo les habían hecho una encuesta sobre la situación del país. La dictadura militar parecía eterna. No recordaban lo que habían dicho en los años '78 y '79. Es que habían alabado al gobierno militar, tanto en su situación política, social y económica. Hugo Vezzetti, en su obra "Pasado y presente" (Editorial siglo veintiuno 2002), recurre a un trabajo de Guillermo O'Donnel, sobre una encuesta realizada en esos años.
En el '82, les vuelve a realizar a esas mismas personas el mismo cuestionario. Los encuestados no sólo negaban haber alabado al gobierno militar sino que directamente se colocaban en las antípodas. Como si siempre hubieran estado en ésa posición ideológica. La derrota de Malvinas, la crisis económica, las movilizaciones y las atrocidades a los derechos humanos, marcaron la ruptura. Pero no dejaba de ser llamativo cómo la gente se olvidaba. Y, lo más grave era analizar cómo tramitaban el pasaje de una postura a otra. La tramitación era sin escalas, no había metabolización alguna, porque al decir de Vezzetti padecían de "amnesia patológica". Al no haber ideología de alta entidad, no hay pensamientos que rectificar y cambiar. Se cambia lo que existe, no el lleno del vacío. El vacío no llena.
Hacía frío, el sol escaseaba, pero estaba. El 16 de junio del '55 las palabras se congelaron. Pero ya no de frío, sino por la violencia. Venía del cielo a arrebatar almas. Aviones bombardeaban al gobierno constitucional. Atacaban a la democracia. Muchas personas fueron asesinadas. La impunidad decretó la amemorización y la desideologización. Todavía estas muertes buscan a los autores de estos asesinatos de lesa humanidad. Esta masacre sin castigo, fue posible entre muchas causales por quitar toda ideología que requiera de memoria. Imposición realizada por los victimarios. Theodor Adorno, señala que es el victimario y no la víctima, quien siempre plantea la buena memoria del olvido, el perdón y la reconciliación.
La ideología en sentido lato es el conjunto de representaciones, significados y percepciones que responden y constituyen creencias. Es el recetario conductual inmediato y mediato ante un fenómeno externo. Al estar tan inserto en nuestro pensamiento, es el que regula nuestro actuar en la realidad.
Podemos detectar ideologías pasatistas o de baja entidad y las de profunda entidad. Las de baja entidad, es la que no requiere de la posteridad. No requiere de futuro. Consume solamente presente. En cambio las de profunda entidad, se encamina hacia lo que va a suceder. Sacrifica presente por la trascendencia. Supera el cuerpo y encara al tiempo. Busca en definitiva seducir la eternidad o parte de ella.
Es lo efímero lo que llena a las ideologías pasatistas. Lo vacío inunda los cuerpos y jerarquiza los objetos. Este sistema de pensamientos establece un estatuto conductual excesivamente inestable para el funcionamiento social. Es decir, se agota en cada acto y en un presente continuo. Importa entonces quién realiza el acto y no en qué consiste el acto. Se dilapida así la objetividad del hecho, para pasar a la subjetividad del mismo. Lo importante es quién lo realiza y no qué es lo que realiza.
La modernidad "entre otras cuestiones" se divorcia del medioevo, a partir de plantear el análisis de acto en sí y someterlo a distintas evaluaciones. De suyo, sin tener en consideración quién ejecutaba el acto, fuera un noble, un burgués o un plebeyo. El avance de las ciencias sociales, del derecho y aún de las ciencias naturales, se debió a la objetivación del acto. Es lo que garantizaría la circulación de derechos y bienes. Veamos, en el feudalismo el protagonista de un hecho delictual, si era poderoso, por portación de poder "purificaba la situación". Lo subjetivo invadía todo el hecho. La apropiación que el Estado moderno hizo de ese poder del señor feudal, permitió que el acto recuperara su propia identidad. Así un hecho será bueno o malo, justificado o no, independientemente de quién lo realice. No se focalizaría más sobre el sujeto, sino en lo hecho. Entonces debería ser que un acto o hecho será delito o no, ético o inmoral, leal o traidor independientemente de quién lo realice. Sea el autor amigo o enemigo, poderoso o plebeyo.
Milán 1763, Cesare Beccaría, se encontraba escribiendo "De los delitos y de las penas". Este hijo del racionalismo, va a escribir esta obra que conmovería el sistema penal de entonces. Enero de 1764, la obra estaba terminada. La difusión que tendría excedería las expectativas del escritor. Sería la única obra de Beccaría tan célebre y trascendental. La obra connotaba un derecho penal de acto y dejar el derecho penal de autor. Esto es decir, ante un mismo delito se debe aplicar igual pena. No importaba la portación de clase o título nobiliario. Se empezaba a focalizar la materialidad del hecho o acto. (De los delitos y de las penas. Librería El Foro.Ed.2004).
Este avance de considerar un hecho bajo distintas evaluaciones, sin declinar ante quien lo realiza, demandó de grandes ideologías firmes, contundentes y no fanáticas. Pues antes era el rey el que ejecutaba e interpretaba el hecho. Disponiendo si un acto era bueno o malo. No había libre interpretación y análisis sobre el hecho.
Las ideologías son un dispositivo social de suma utilidad. Porque el actuar de una persona ideologizada se vuelve previsible. Al ser previsible genera confianza si se coincide, y si no se coincide, la confianza se desplazará hacia un conflicto conocido. En cualquiera de los dos casos, de distinta maneras y profundidades navega la confianza. O, dicho de otra manera ciertos grados de certidumbre.
Cuándo no hay ideología o es pasatista, no hay previsibilidad de conductas. Porque no sabe el proyecto de acciones del otro. Al no haber previsibilidad no hay confianza.
Las ideologías son una elección pero más una necesidad del bien común. Con ideologías de alta entidad los niveles de lealtad se fortalecen y se rompe con la impunidad de las traiciones. La palabra logra mayor perdurabilidad en el tiempo y su circulación es más estable. Logrando así más certezas.
La peor de las situaciones sociales es la desideologización, la falta de convicciones y proyecciones conductuales, que tornan imprevisibles las relaciones en la comunidad.
La falta de ideología, es el vacío que lo llena todo. Es el consumismo, cuya única rendición de cuentas es al objeto que se desea. Pero ello no requiere de convicciones.
* Doctor en Ciencias Jurídicas y Sociales. Licenciado en Ciencias Sociales y Humanidades. Docente de la UNR.

Texto extraido de: http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/rosario/14-29379-2011-07-03.html