Audio de la Facultad

martes, 14 de agosto de 2012

Extracto de un analisis de "Mi vecino Tororo"

"Y es que, me dan ganas de perderme en un lugar completamente verde, abrir los ojos asombrada por encontrar árboles enormes, e irme a buscar a Totoro y al Gatobus. Ese Gatobus que te lleva donde tú quieras, que puede hacer que la próxima parada sea una persona, y no un lugar. Porque a veces, no quieres ir a un sitio en concreto, sino junto a alguien." Extraido de: http://
welovemakingmovies.blogspot.com
.ar/2010/09/peliculas-mi-vecino-totoro.html
 
Perdon por no poder subir una imagen pero mi internet esta funcionando muy mal :S

viernes, 10 de agosto de 2012

La espalda del mundo (JAvier Corcuera - 2000)


FICHA TÉCNICA:
Título Original: La Espalda del Mundo
España 2000. 92 min.
Director: Javier Corcuera.
Guión: Javier Corcuera, Elías Querejeta, Fernando León de Aranoa.
Intérpretes: Guinder Rodríguez (niño peruano), Medí Zana (kurdo exiliado) y Thomas Miller (el condenado a muerte).

Sinopsis: 
             Lo que comparten estas tres historias diferentes es que las tres comparten el terreno de la marginalidad.
1)- El niño:
              Es la historia de un niño que vive en las afueras de Lima y trabaja picando piedras. Su relato posee una dureza proveniente de que su discurso esta armado como si se tratase de un adulto: el deber de trabajar para la familia por ejemplo. Y es muy interesante que desaparece la ninez no solo en el trabajo picando piedras, sino que tambien desaparece la ninez en la ciudad.

2)- La palabra: 
               Habla sobre la historia de Mehdi Zana un kurdo que se inicio siendo sastre y que termino siendo alcalde de su pueblo, donde posteriormente fue expulsado tras el golpe de estado. Tambien habla sobre su mujer Leyla Zana que fue elejida diputada pero por defender a los kurdos y a los turcos fue enjuiciada y puesta en presion.

3)- La vida:
               Narra la historia de Thomas Miller un convicto en EEUU condenado a la pena de muerte que lleva 14 años en el corredor de la muerte. Tambien se entrevista al encargado de acompañar a los presos en sus ultimos momentos de vida y a los familiares de los condenados a muerte.




Javier Corcuera
Nacio: Lima, Peru. (1967)

Filmografia

2009   Checkpoint rock: Canciones desde Palestina
2007   Invisibles (La voz de las piedras)
2005   
Invierno en Bagdad
2004   
En el mundo, a cada rato (Hijas de Belén)
2003   Condenados al corredor
2002   
La guerrilla de la memoria
2000   
La espalda del mundo
1998   Doñana, memoria de un desastre
1998   Chiapas, hablan los rebeldes
1997   Familia: Making of
1996   Perú, presos inocentes
1995   Izbjeglice (Refugiados)
1994   Minuesa, una ocupación con historia

miércoles, 8 de agosto de 2012

Si los tiburones fueran hombres - Bertolt Brecht


— Si los tiburones fueran hombres -preguntó al señor K. la hija pequeña de su patrona- ¿se portarían mejor con los pececitos?

— Claro que sí -respondió el señor K.-. Si los tiburones fueran hombres, harían construir en el mar cajas enormes para los pececitos, con toda clase de alimentos en su interior, tanto plantas como materias animales. Se preocuparían de que las cajas tuvieran siempre agua fresca y adoptarían todo tipo de medidas sanitarias. Si, por ejemplo, un pececito se lastimase una aleta, en seguida se la vendarían de modo que el pececito no se les muriera prematuramente a los tiburones. Para que los pececitos no se pusieran tristes habría, de cuando en cuando, grandes fiestas acuáticas, pues los pececitos alegres tienen mejor sabor que los tristes. También habría escuelas en el interior de las cajas. En esas escuelas se enseñaría a los pececitos a entrar en las fauces de los tiburones. Estos necesitarían tener nociones de geografías para mejor localizar a los grandes tiburones, que andan por ahí holgazaneando.
Lo principal sería, naturalmente, la formación moral de los pececitos. Se les enseñaría que no hay nada más grande ni más hermoso para un pececito que sacrificarse con alegría; también se les enseñaría a tener fe en los tiburones, y a creerles cuando les dijesen que ellos ya se ocupan de forjarles un hermoso porvenir. Se les daría a entender que ese porvenir que se les auguraba sólo estaría asegurado si aprendían a obedecer. Los pececillos deberían guardarse bien de las bajas pasiones, así como de cualquier inclinación materialista, egoísta o marxista. Si algún pececillo mostrase semejantes tendencias, sus compañeros deberían comunicarlo inmediatamente a los tiburones.
Si los tiburones fueran hombres, se harían naturalmente la guerra entre sí para conquistar cajas y pececillos ajenos. Además, cada tiburón obligaría a sus propios pececillos a combatir en esas guerras. Cada tiburón enseñaría a sus pececillos que entre ellos y los pececillos de otros tiburones existe una enorme diferencia. Si bien todos los pececillos son mudos, proclamarían, lo cierto es que callan en idiomas muy distintos y por eso jamás logran entenderse. A cada pececillo que matase en una guerra a un par de pececillos enemigos, de esos que callan en otro idioma, se les concedería una medalla de varec y se le otorgaría además el título de héroe.
Si los tiburones fueran hombres, tendrían también su arte. Habría hermosos cuadros en los que se representarían los dientes de los tiburones en colores maravillosos, y sus fauces como puros jardines de recreo en los que da gusto retozar. Los teatros del fondo del mar mostrarían a heroicos pececillos entrando entusiasmados en las fauces de los tiburones, y la música sería tan bella que, a sus sones, arrullados por los pensamientos más deliciosos, como en un ensueño, los pececillos se precipitarían en tropel, precedidos por la banda, dentro de esas fauces.
Habría asimismo una religión, si los tiburones fueran hombres. Esa religión enseñaría que la verdadera vida comienza para los pececillos en el estómago de los tiburones.
Además, si los tiburones fueran hombres, los pececillos dejarían de ser todos iguales como lo son ahora. Algunos ocuparían ciertos cargos, lo que los colocaría por encima de los demás. A aquellos pececillos que fueran un poco más grandes se les permitiría incluso tragarse a los más pequeños. Los tiburones verían esta práctica con agrado, pues les proporcionaría mayores bocados. Los pececillos más gordos, que serían los que ocupasen ciertos puestos, se encargarían de mantener el orden entre los demás pececillos, y se harían maestros u oficiales, ingenieros especializados en la construcción de cajas, etc. En una palabra: habría por fin en el mar una cultura si los tiburones fueran hombres.